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sábado, 12 de julio de 2025

PRIONES, LOS ZOMBIS MOLECULARES (1982 – 1997)

En 1982, el neurólogo Stanley Prusiner sugirió que ciertas enfermedades neurodegenerativas misteriosas y fatales (como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, y más tarde la enfermedad de las vacas locas) no eran causadas por bacterias, virus u hongos, sino por una proteína autorreplicante, algo completamente inaudito

Lo llamó prión (de partícula infecciosa proteica).

La reacción del mundo médico fue unánimemente negativa. “Fui verdaderamente herético”, escribió Prusiner más tarde. Después de todo, ¿cómo podría replicarse algo sin ADN o ARN? Las propuestas de Prusiner fueron desestimadas como pseudociencia, y su trabajo fue ridiculizado como especulativo e incomprobable.

Y, sin embargo, los priones son muy reales, como mostraron las enormes pilas de vacas sacrificadas durante la crisis de las vacas locas de los años 90. 

Un prión es una proteína mal plegada, que, incapaz de cumplir su función, simplemente se amontona y causa todo tipo de estragos. Y, sobre todo, se replica, cuando un prión mal plegado toca una versión “sana” de la misma proteína, le contagia su plegamiento, convirtiéndola de facto en un nuevo prión. Sí, los priones funcionan exactamente como los zombis de las películas.





Los priones producen las encefalopatías espongiformes transmisibles, que son un grupo de enfermedades neurológicas degenerativas tales como la tembladera, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, el insomnio familiar fatal y la encefalopatía espongiforme bovina.​ Los priones son considerados agentes infecciosos​ y su forma intracelular no contiene ácido nucleico.

Poco a poco, Prusiner (y otros) demostraron que los priones podían transmitir enfermedades entre animales y, más tarde, entre humanos, incluso en ausencia total de ADN.

En 1997, Prusiner recibió el Premio Nobel de Medicina, reivindicando una teoría que, no hacía mucho, se consideraba absurda; tal vez si se hubiera adoptado antes podría haber evitado la muerte de unas 200 personas y más de 4 millones de vacas británicas, aproximadamente el 40% de la población bovina total del Reino Unido.

Este caso (¡y muchos más!) ponen de relieve una paradoja central en el progreso de la medicina y de la ciencia en general: las ideas transformadoras a menudo emergen desde el rechazo. La resistencia no solo es inevitable, sino que puede ser una señal de que un descubrimiento es fundamentalmente disruptivo.

Para científicos y responsables políticos por igual, estas historias también ofrecen una lección menos divertida: el escepticismo es razonable, pero la estupidez y la parálisis intelectual no lo son. Y, sin embargo, siempre han estado ahí, acechando en las sombras, dominando las reuniones de juntas directivas y de subcomités institucionales. Y allí se quedarán para siempre, sobre todo si la gente buena no hace nada para detener a los idiotas egoístas y miopes.

Y, por desgracia, hay mucha gente así en los círculos del poder – sobre todo últimamente. ¿Te has fijado?

César J. Pollo - 2025 ©


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